lunes, 3 de noviembre de 2014

Jorge Rulli: “La propuesta no es simplemente criar gallinas y hacer una huerta”

Mañana nos visita Jorge Rulli, a partir de las 20:00 en el salón de actos del Ayuntamiento nos ofrecerá sus experiencias y reflexiones, no te lo pierdas.

Jorge Rulli, un dirigente de la primera juventud peronista resistente, ha enriquecido su reflexión política con el arte de contar su propia biografía. Surgen conmovedores descubrimientos que llevan del ser político a la búsqueda de "lo humano, demasiado humano". Y que llevan también de la condición humana, como raíz de todo comportamiento político, hacia la exploración de todas las alternativas –autogestionarias, indigenistas, tecnológicas, organizativas, militantes, ecológicas, no–violentas, culturales– que con toda propiedad exigen ahora el nombre de revolución.

Quien ha amado y creído profundamente en el peronismo; quien expuso su vida en aras de esos ideales, quien fue encarcelado, torturado y mutilado; quien debió exiliarse contra su voluntad y conoció la soledad, tiene derecho a hacer autocrítica desde el dolor. Y porque el pasado lo lastima todavía, aunque no ha claudicado, prefiere seguir su lucha desde un país tan distante como Suecia.

A partir de su liberación en el '81, Rulli trabajó por los derechos humanos, primero en Andalucía y, ahora, específicamente por los de los indios, en Suecia, instrumentando nuevas técnicas y recursos para sobrevivir, asumiendo la pobreza y rescatando al hombre por sobre todo.


Se involucró en política siendo muy joven, durante los primeros años de la resistencia peronista posteriores al golpe de 1955.  Luego vivió las experiencias de la lucha armada y el exilio en los años setenta. Hoy habla de ecología social y dice que al kirchnerismo ya no le quedan cuadros. Jorge Rulli es uno de los referentes del Grupo de Reflexión Rural, un colectivo que lleva más de quince años denunciando los agronegocios y el ecocidio que supone la imposición de una agricultura de transgénicos.

-¿En qué momento surge el Grupo de Reflexión Rural?

Empezamos en el 1996 o 97, después de la aprobación de la soja transgénica. Lo que más nos motiva a nosotros son las primeras determinaciones políticas sobre certificación de alimentos. Las primeras certificaciones sobre producción orgánica de alimentos. Porque enseguida descubrimos, gracias a nuestra contra-cara que es Hector Huergo de Clarín Rural, un principio estratégico. Lo que muchos veían como positivo – la certificación de productos orgánicos cárnicos y vegetales – en realidad era un nicho de un modelo de agronegocios que se estaba instalando. Ahí entendemos que todo lo malo tiene un lado positivo, y que todo lo bueno puede servir a un modelo perverso.

-¿Por qué esta certificación de productos orgánicos les hace prender una alarma a ustedes?

Porque Hector Huergo se vanagloria de que en el país de la soja no es cierto que haya solo soja, sino que también hay producciones orgánicas para servir al mercado alemán. Ahí entendemos la estrategia del agronegocio, y entendemos la necesidad de que tenga aspectos simpáticos, favorables, orgánicos y ecológicos. Inclusive ahora con el juicio de Ituzaingó vemos un fallo que reivindica las “buenas prácticas agrícolas” de una agricultura química. Lo que estamos abordando es la terrible complejidad de la globalización. Ya no es el mero capitalismo al que estábamos acostumbrados, sino que es otra cosa, un capitalismo global donde un alto ejecutivo de una empresa puede ser marxista. Donde el Partido Comunista Chino – un país donde yo me entrené militarmente, enviado por Juan Domingo Perón en su momento – hoy es la locomotora de los cambios globales. Es decir, esta nueva complejidad es realmente terrible y difícil de comprender para el común. Por eso hemos estado bastante solos.

-¿Aislados inclusive de los movimientos sociales que realizan una crítica más radical al capitalismo?

Sí. Nosotros los podemos comprender a ellos. Comprendemos el sacrificio casi cristiano de Kosteki y Santillán. Cuando nosotros luchábamos contra la sojización del territorio, ellos de una manera realmente meritoria – desde el punto de vista personal – asentaban gente sobre basurales en zonas del Gran Buenos Aires. Son mártires. Ahora… ¿A quién sirvieron con esa acción? Nosotros no los supimos aplaudir en su momento. Los comprendemos ahora y entendemos que se los ame, porque eran muchachos muy puros, pero en realidad no entendían lo que pasaba. Porque el problema no era asentarlos en Buenos Aires, sino mandarlos de nuevo para adentro. El problema era resistir en el campo a Monsanto. No darles un lugar sobre los antiguos basurales del Gran Buenos Aires. Pero esto es muy difícil de comprender, inclusive por los movimientos sociales. Recién hoy algunos se están interesando por esta problemáticas. La izquierda sirvió a las corporaciones, abiertamente. Incluso hemos intentado explicar en algunas asambleas, a veces con un poco de amor uno consigue que el otro entienda de que está hablando uno. Explicamos por ejemplo que la lucha por los subsidios les abrió los ojos al Imperio y a los gobiernos cómplices para crear el asistencialismo. Hubo dirigentes de izquierda que se pusieron a llorar al tomar conciencia de lo que habían hecho. Que la lucha por los planes le permitió a (Eduardo) Duhalde armar una obra perversa, la de complementar el monocultivo de soja con planes sociales para los desempleados. El kirchnerismo lo ha llevado a un grado de virtuosismo terrible. Es un poco lo que pasa ahora con las fumigaciones: La línea de mil metros por fuera de las ciudades, más allá de que sea legítima para quienes están ahí, porque si yo estuviera en el lugar haría lo mismo, es una idea brillante pero para Monsanto. Es decir, Monsanto tendría que hacerlo si quisiera emprolijar el modelo. Ahora es nuestra lucha, pero a veces terminamos arriesgando vidas para algo que le va a terminar dando forma a un modelo de agricultura con buenas prácticas, que va a mejorar su maquillaje para presentarse ante el mundo. Hoy podés mostrarle al mundo los chicos nacidos deformes, el día en que no quede nadie en el campo y fumiguen a uno o dos kilómetros de las ciudades va a haber muchas menos víctimas. Es lo que ellos necesitan, lo que pasa es que el trabajo se lo estamos haciendo nosotros.

-¿Cuáles podrían ser las estrategias de resistencia frente a esto?

Entender al agronegocio. ¿A vos te parece que a esta altura tengamos que estar pegando stickers explicando que las milanesas de soja son malas? La complicidad ha sido total con el modelo. Por ignorancia, porque lo que pase en el campo no le importa a nadie. Creen que la ciudad es otro mundo. Ni el gobierno – que vive del campo – entiende qué es lo que pasa en el campo. ¡Lo pusieron a Emilio Pérsico a cargo de los pequeños productores! Les importa un carajo el campo. Creen que “al campo hay que urbanizarlo”, como dijo Cristina (Fernández de Kirchner). Van a terminar con toda historia rural, con todos los patrimonios, es muy jodido esto. Los progresistas son absolutamente genocidas con respecto a los patrimonios culturales profundos, con las historias de la Argentina. Son modernosos. Nosotros vemos que ahora ya no es un problema de izquierdas o derechas, sino un problema de estar con la modernidad o descolgarse de la modernidad. Yo entiendo que no toda la gente de la ciudad se puede ir a vivir al campo. Pero se puede empezar a vivir de otra manera. Descolgarte del consumo, hacer más sencilla tu vida, entender lo que está pasando, comer sano y empezar a valorar otras cosas. Sobre todo, apoyar a los tantísimos neo rurales que hay por todas partes. Hay jóvenes por todas partes que, yo me temo, muchos van a fracasar. En España el 90 por ciento de los neo rurales, que son muchísimos más que aquí, han fracasado porque no entendieron que la propuesta no es simplemente criar gallinas y hacer una huerta. La propuesta es reconstruir la convivencialidad en el campo. Y no es fácil.

-¿A qué llama “reconstruir la convivencialidad”?

Reconstruir la comunidad, es decir que no es una salida individual. Está lleno que gente que hace un curso de apicultura y uno de huerta y se van al campo. Venden el departamento y compran una chacra. Y van al fracaso. Yo reconozco mis dificultades para tener mi convivencialidad en Marcos Paz. La tengo con alguna gente y con otras no. Mi mujer tiene una natural relación con los vecinos. Yo me pelié con los del PJ (Partido Justicialista), ellos me atacaron y yo saqué un cuchillo… todo esto en el Consejo Deliberante (risas). Es difícil… yo contrataba gente para que me cortaran el ligustre y me venían con una camiseta de Menem. Fueron tiempos muy difíciles en esos pueblos donde el menemismo ganaba por el 75 por ciento de los votos. Yo estaba solo como perro puteando contra todo el mundo.

-Habla seguido de lo que considera “una grieta entre el discurso y la realidad”… ¿A qué se refiere?

Hay una grieta de sentido. Se trata de interpretar desde la racionalidad una realidad que siempre tiene un fondo caótico y que no alcanzamos a aprender. Vemos una parte nada más, tratamos de darle forma. El reflexionar en conjunto a veces ayuda a comprender todo esto. Tener en cuenta un pensamiento más estratégico. Comprender que lo malo a veces tiene cosas buenas y viceversa. Que a veces perdiendo una guerra la ganas. O que ganando perdés. Lo terrible es legitimar al otro cuando vos tenés una propuesta de condena hacia lo que el otro hace. En la Argentina de hoy son pocos los que tienen en cuenta un pensamiento estratégico. El discurso frente a la realidad expresa una parte, que no es todo. La realidad va siempre mucho más allá de lo que nosotros podemos ver. También esta el tema del doble discurso, que nunca sabes si lo hacen de picardía o de obnubilados. Como es el caso de Carta Abierta. Ahí hay dobles discursos, pero también habría una grieta. Yo creo que Horacio González – porque lo conozco – tiene un pensamiento urbano excluyente. ¿Cómo se ve la realidad desde la ventana de un departamento? ¿Cómo se ve el mundo desde la Biblioteca Nacional? Ahora él después opina con mucha solvencia sobre la crisis del campo, y se basa en los griegos, en Homero… y hace interpretaciones. Luego, cuando hicimos una gran marcha a San Lorenzo con la campaña “Paren de fumigar” – donde estaba la UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas) – Horiacio González escribió una nota en Página 12 donde reconoció que había opinado sobre el campo sin saber por ejemplo que toda la soja del país salía por ahí. No obstante, él sigue opinando y no se siente responsable del curso que va tomando la Historia.

-¿Cómo interpretan ustedes el concepto de decolonialidad?

Entender que en esta etapa hay un colonialismo provocado por las corporaciones transnacionales. Esto comenzó cuando algunos decían que había una tras-colonidad. Esto que a veces algunos no entienden: La presencia del ejército norteamericano se puede dar donde hay grandes fuentes de energía, y son manotazos de desesperación para apropiarse del petróleo o del gas, pero en el resto del mundo lo que hay es una colonidad que secuestra nuestras vidas. Que nos indica qué comemos, cómo comemos, cómo nos vestimos, qué leemos, qué pensamos. Porque para cada cosa ellos tienen su Viagra o tienen su comida chatarra. Sus medicamentos. Hemos perdido conciencia de cómo han secuestrado nuestras vidas. Los viejos antes vivían prácticamente sin consumir, mientras que ahora ya no podríamos dejar de depender de cómo han regido nuestras vidas hasta en los menores detalles. Liberarnos implica reaprender a comer. Descolgarse o desconectarse.

-¿Parar el mundo?

Hay compañeros a quienes no les gusta mucho esa consigna, pero a mi sí (risas). Lo que algunos autores – con quienes compartimos estos pensamientos – empiezan a ver como peligroso son las tendencias a descolgarse que son puramente individualistas. El matrimonio joven que se va al campo pero hace la suya. Aquí todavía no lo veo como un gran peligro, pero parece que en España y en otros lugares el tema es grave ya, porque ha llevado al fracaso a mucha gente. Igual yo creo que el peligro de lo que en otra época era la New Age ya ha pasado. Ese individualismo feroz. En ese sentido soy optimista. Vos me preguntabas cómo salir de esto… yo creo que lamentablemente va a ser a través de una catástrofe que es inevitable. Se termina el petróleo, se termina el gas, las cuentas cada día cierran menos. La capa social que nos gobierna ya no sabe como reciclar viejos dirigentes porque no tiene más cuadros. Y la gente va acumulando bronca, está la experiencia del 2001. Cualquier hecho que ocurra, como yo lo viví en la zona oeste cuando el tifón de hace 2 o 3 meses. Se cortó la luz y la gente explotó. Ese mismo día la gente salió a robar supermercados. La gendarmería entró a reprimir y mató a 4 o 5 personas. Veo que estamos al borde de una situación como la del 2001 pero peor, porque en ese momento había comida. Ahora en las periferias urbanas no encontrás un gallinero ni un lechón. Los supermercados tienen las provisiones para la semana nada más, los depósitos están en otro lado. La inseguridad alimentaria de los argentinos se ha incrementado.

Como verás, más que de agricultura nosotros hablamos de filosofía. Yo no soy ingeniero agrónomo, soy un militante político, vengo de la lucha armada, trato de hacer lo que puedo en el campo del pensamiento. Rodolfo Kusch hablaba de tener un pensamiento abierto, como decía “desde el corazón y desde el estómago”. Ese es el problema que tenemos ahora, que todo tiene que pasar por la cabeza, mientras que cuando yo me formé como militante pasaba por las tripas. Por ejemplo ahora si los chinos van a ocupar Río Negro nos dicen “Ah, pero primero vamos a averiguar, porque los chinos no son los mismo, tienen al Partido Comunista, etc…” ¡Pará loco! Ubicate en víctima. Eso a nosotros no nos pasó nunca, no hubiéramos tenido a Scalabrini Ortiz, ni a José Luis Torres, ni a ninguno de los que embistieron contra la Gran Bretaña si no hubieran sido capaces de pensar desde las tripas. Ahora que el Che se ha convertido en una camiseta esta lleno de gente que se llena la boca hablando de los fachos y que en realidad no entienden un carajo. Te dicen que desde las carabelas de Colón hasta acá todo ha sido igual, con lo cual negás que la globalización tenga una calidad diferente. No ven la razón por la cual un transgénico pueda ser peligroso. Creen en los derechos humanos pero no en el derecho precautorio por ejemplo.

-Pero es optimista…

Sí, porque se va a pudrir todo y entonces se van a acordar de las cosas que decíamos. El caos es revolucionario, en cambio la mentalidad organizadora que tiene esta gente que está en el Gobierno… Lo que tienen ahora son negociados, tapar agujeros. Ya no tienen mas cuadros. Después no se lo que vendrá. Lo que notamos es que, mas allá de que muchas veces no se nos comprenda, se nos respeta.

-¿Tiene una chacra en su casa?

Tengo media hectárea. Cuando volví del exilio pude comprar un cuarto de manzana y después ocupé el otro cuarto. Corrí el alambrado. Por ahora tengo gallinas y huerto. Muchas plantas medicinales. En una época me dedicaba más, tenía conejos, abejas, gansos. Ahí tuvimos nosotros cinco hijos, al ultimo lo parimos ahí en la cocina. Algo que ahora con la nueva ley esta prohibido. Fue mi refugio durante el menemismo, para no trastornarme. Hacer del peronismo esa cosa… creo que todavía no medimos lo espantoso que fue el menemismo. Se entregó todo y el kirchnerismo ha respetado eso. Sus criterios principales han sido respetados. La única manera de someter a la Argentina era en base a los propios movimientos populares. No solamente acá, en España se necesito al PSOE porque no lo podría haber hecho otro partido. Y ahora vamos hacia una experiencia como la del PRI mexicano, yo creo que vamos hacia eso. Que mucha gente, como (Juan Manuel) Abal Medina, aprendieron allá como se hace el PRI.

Nuestra gran frustración como grupo es no poder hacerle entender el problema de la biotecnología y de lo rural a aquellos a quienes no les parece relevante. Quizá porque faltan posibilidades de diálogo. Le hemos reclamado a mucha gente un debate, pero no hay cultura de eso. Hemos podido sentarnos a debatir con Miguel Mazzeo, del Frente Popular Darío Santillán, que es un tipo excepcional, pero con poca gente más. El resto no muestran interés.

-Usted tiene una historia dentro del peronismo ¿Es actual hablar de Peronismo hoy en día?

Yo creo que no. Me vi obligado a hablar porque me han desafiado. Me desafían cuando José Pablo Feinmann afirma que este gobierno se referencia en la Tendencia Revolucionaria del peronismo. Dice: “Somos los que nos fuimos de la Plaza de Mayo” y ahí yo me siento desafiado. Yo no hablaba más del peronismo, lo daba por enterrado. Porque si Perón dice “el Pueblo será mi heredero”, que habría que ver qué es el Pueblo, seguro que no es la clase media pequeño burguesa esclarecida. Pero el último discurso, del año 1972 “A los pueblos del mundo”, como que le deja la herencia a un ecologismo radicalizado. Es mi opinión. Pero es algo que el peronismo no puede asumir. Ni lo leen, ni lo distribuyen. Es un discurso que tiene 40 años y sigue vigente.

Por Manuel Palacios @_manupa

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